El autor comienza así la introducción de su obra. Se ha venido llamando la Biblia de los pobres a las representaciones pictóricas o esculpidas de escenas bíblicas en las iglesias ya que hasta la gente más sencilla e iletrada podía tener acceso al mensaje bíblico a través de ellas. Retomando esta denominación nos ha parecido de justicia apodar así el Evangelio de Marcos. Es cierto que, como cualquier escrito, necesita de alguien que sepa leerlo, pero este lector tendrá la función de presentar ante la imaginación de sus oyentes una serie de viñetas muy vivas que no tienen la pretensión de seducirnos con su bello lenguaje, sino con la viveza primitiva de lo narrado. Diríamos que Marcos escribió su obra, orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios, en un género semejante al del comic, compuesto sobre un grupo de viñetas fundamentales; deudor, aunque nunca sabremos en qué medida, del repertorio catequético que se irá formando en las primitivas comunidades cristianas, tal vez, la del entorno de Pedro, como es tradición antigua atribuirle. Este libro intenta entrar en el mundo simbólico de Marcos y seguir el destino de sus imágenes, presentes en la composición de los demás evangelios. Contiene un apéndice en el que se incluye el vocabulario completo del evangelista con la amplia gama significativa que la lengua griega brinda a sus palabras. Es fundamentalmente una reflexión sobre los textos evangélicos, por lo que las citas de los especialistas son muy sobrias, solo empleadas cuando es estrictamente necesario y nunca a pie de texto, para no molestar al lector.