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Es posible un gozo con raíces hondas, que se disfruta en los días radiantes, pero que no se apaga sin más ante la dificultad o la zozobra. Es posible, en fin, una felicidad liberada de la tiranía de sentirse bien a toda costa, una alegría tejida entre lo cotidiano y lo novedoso, llena de nombres, de esperanzas, de historias y de rostros.
¿Quién no quiere ser feliz hoy en día? El joven y el anciano, el hombre y la mujer, el célibe y el casado, el que cree en Dios y el que no...: todos aspiramos a la felicidad. ¿Es este deseo una quimera insensata o un anhelo legítimo? Es posible una alegría profunda, hecha de risas y lágrimas, capaz de vivirse en los momentos de euforia y fiesta, pero también en las horas más oscuras.