La fuerza principal del ateísmo consiste en exaltar los valores de la razón frente a los postulados de la fe. Sostiene la persona atea que la existencia de Dios no se sostiene a la luz de la razón porque esta, añade, es la piedra filosofal para el contraste de todas las verdades, sin necesidad de acudir al recurso de la fe. Los sueños de la razón producen monstruos, tal como lo concibió Aldous Huxley y lo reflejó Goya en una de sus pinturas. Hoy está ocurriendo entre los escritores ateos lo que en sus tiempos decía Fedro, el fabulista latino de Macedonia: Con el fin de que los tengan por sabios blasfeman contra el cielo. En Enfoque al ateísmo escribo 20 capítulos sobre otras tantas maneras de conocerlo. Lo hago sin pretensión alguna. Con la única intención de arrojar luz, por muy pequeña que sea, para que el lector de estas páginas adquiera conciencia de lo que escribió el célebre historiador y crítico literario Marcelino Méndez y Pelayo, citado en las páginas que siguen: El ateísmo es una extirpación brutal de los gérmenes de la verdad y de la vida.