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La tecnología no nos pidió permiso como tal para abordarnos. Pero la realidad es que, en algún momento, no solo decidimos dejar entrar lo digital en nuestras vidas, sino que le dimos todas las comodidades y derechos sin aplicar demasiadas condiciones o restricciones a su presencia y acción.
Ni la educación de los hijos es sencilla, ni tampoco lo es el manejo serio y proporcionado de la tecnología. No lo es para los adultos y resulta mucho más complicado y tentador, incluso, para los más pequeños y jóvenes. Así que no parece haber atajos en esto: es importante conocer bien nuestra propia naturaleza y la del medio en que nos movemos, y saber qué papel juega en nosotros cada cual, para poder así adelantarnos al máximo y tomar medidas compensatorias.
La realidad es que, como dice Lidia Martín, no sabemos cómo termina la historia, pero sí sabemos que somos responsables en muchas maneras de educar a nuestros hijos en esta era digital que nos toca vivir.