Si bien toda predicación tiene siempre un color y un gusto local, por su dimensión contextual y concreta, su mensaje posee un valor universal al poder ser aprovechado y adaptado a diversos lugares y circunstancias. Los sermones que se han podido conservar a través de la historia del cristianismo son incontables y constituyen un valiosísimo testimonio del pensamiento y la vida cristianos como vivo reflejo de épocas, teologías y desafíos a la fe. En este sentido, la conservación y lectura de sermones continúa siendo una fuente indispensable para el conocimiento de la historia, la teología y los modos en que las iglesias han comprendido su misión de cara a los tiempos que les toca vivir. Los sermones que ahora se presentan están organizados según los textos bíblicos y contenidos que sugiere el Calendario Cristiano, aunque no siguen un orden cronológico al tiempo que combinan los pasajes de los ciclos A, B y C del calendario. A los temas propios del calendario litúrgico se suman otros incluidos en un grupo de "sermones ocasionales" y que responden a otras celebraciones propias del calendario no religioso. Más allá de que también en las iglesias es común escuchar sermones en días especiales como el Día de las Madres, Medio Ambiente o Reforma Protestante, es importante que el calendario cristiano siempre vaya de la mano del calendario de la vida de manera que el mensaje evangélico sea pertinente a otros contenidos igualmente vitales y necesarios para las personas y la sociedad en su conjunto.